20 marzo 2012

El loco Bielsa y la importación





Quien escribe estas líneas debe reconocer antes que nada que es un bielsista enfermo de la primera hora. Desde el momento que comencé a escuchar sus largísimas conferencias de prensa durante la dirección técnica en la Selección argentina de fútbol, en las que ningún medio de comunicación tenía privilegio ni coronita, quedé anodadado de cómo una persona puede expresar con tanta capacidad algo que para algunos es tan sólo un juego donde 22 personas corren detrás de una pelota.
Rebuscado para algunos, sofista del fútbol para otros, obsesivo compulsivo para muchos más. El loco siempre tuvo convicciones a partir de un análisis minucioso de lo que él más adoraba: el fútbol. Su visión ofensiva y el hecho de ir siempre para adelante más allá de los condicionamientos propios y las virtudes del rival, el objetivo era siempre imponer su estilo. Dejar su marca.
Aunque sea con una derrota, siempre con la cabeza bien en alto, defendiendo esa línea a la que muchos consideramos una superación de la dicotomía marcada históricamente en el periodismo deportivo, entre menotistas y bilardistas.
En síntesis, la manera en que el rosarino piensa el fútbol es una evolución de todo lo que se ha visto en el verde cesped hasta ahora. Algunos (que hasta hace no mucho entrábamos todos juntos en un Fiat 600) lo sentimos siempre, otros nunca pudieron verlo, muchos lo ven ahora y muchos otros piensan que ven lo que antes no veían...Por último, los que nunca quieren verlo: son los necios.
Al margen ya de la pasión por este simple personaje del fútbol se me ocurrió pensar en lo que el rosarino hizo y está haciendo en el Atlético de Bilbao, uno de los equipos vascos del fútbol español, y la situación que Argentina vive actualmente con el control de importaciones que impulsa el gobierno nacional. Suena un poco disparatado, pero se hará el mejor esfuerzo para que se trate de entender a qué se hace referencia exactamente.
Para los que no lo saben, en el equipo vasco en el que Bielsa comenzó a dirigir tácticamente está terminantemente prohibido incorporar jugadores que no sean vascos (o de descendencia vasca) o españoles. O sea, allí jamás podrá jugar un Messi, un Pastore, un Ronaldo o un Zanetti. Por el contrario, sí juegan los Excheverría, los Llorente, los Muniain o los Andoni Iraola, entre otros.
El tipo se las arregló con lo que tiene y siempre fue consciente de que si necesitaba traer algún refuerzo no podía ser cualquier futbolista. Debía ajustarse a las políticas que el club históricamente había llevado a cabo.
A menos de un año de su llegada, Bielsa es adorado por todos los simpatizantes del Atheltic y reconocido por gran parte del mundo del fútbol. No debe haber sido fácil, pero allí está. El loco con lo que tenía se las fue arreglando, transmitió su idea a los jugadores y los resultados (casi lo único que hoy se valora en el fútbol) comenzaron a llegar.
En Argentina por lo general cuando alguien tiene convicciones se lo critica. Por eso los reconocimientos llegan tarde y a algunos no les llega nunca.
Recuerdo en vísperas del estallido del 2001 a miembros del Plan Fénix que pregonaban la idea de "vivir con lo nuestro". No era una idea descabellada. Después de varias décadas de destruir la producción nacional y los recursos humanos, y las consecuencias que estaban a la vista de todos, comenzó a ser vista con buenos ojos. Años más tarde se recuperaron los puestos de trabajo, incrementaron las exportaciones, aumentó el consumo de millones de personas y se ampliaron los derechos sociales.
También aumentó el turismo (interno y externo), las reservas del Banco Central (hoy en el medio de un gran debate) y las importaciones.
En síntesis, se demostró que la economía de un país puede crecer exportando e importando a la vez, poniendo siempre el énfasis en la mano de obra local y en agregarle valor a la producción fronteras adentro (aún, es cierto, esto último sigue siendo una cuenta pendiente). Pero sobre todo se pudo derribar un mito muy arraigado en el inconsciente colectivo de la sociedad: que lo nacional era malo y que lo importado siempre era mejor.
El mundo atravieza un momento de profunda crisis económica, política y social donde el incremento del proteccionismo parece ser la primera reacción para que las naciones puedan salir de esa coyuntura. Pero pareciera ser que las reacciones que se escuchan puertas adentro es que se transita por el peor de los caminos.
Escuché argumentos de todo tipo: desde que no hay salmón rosado para los que les gusta el sushi hasta que hay escacez de productos eróticos frenados en la Aduana por no tener las autorizaciones correspondientes. Pero por el otro lado, personas que con total impunidad afirman que faltan medicamentos para enfermedades crónicas o que por si acaso dicen eso para que no les falte.
Sin duda el tema de las importaciones es sensible para la economía argentina. Pero si lo reducimos a una comida exótica o a una muñeca inflable, estamos en problemas.
Marcelo Bielsa se las arregló con lo que tenía o con lo que se le imponía. Nuestro país no logra vencer esa barrera cultural que implica ser consciente de sus posibilidades. Jugar con la opinión pública informando que pueden faltar medicamentos o productos de extrema necesidad para la vida de las personas es usar armas muy peligrosas. Muy sensibles para el humor de la población.
América latina en general y Argentina en particular deben aprovechar este momento histórico para mostrarle al mundo lo que son capaces de construir sin depender tan directamente de lo que pasa, dicen o hacen los países más desarrollados. No es cerrarse, sino abrirse al mundo con nuestra idiocincracia, nuestras posibilidades y nuestros conocimientos.
Así como al loco rosarino hoy algunos logran reconocerle sus capacidades como entrenador, ojalá la platea del mundo pueda ver cómo toda una región pudo, pese a todas sus dificultades, mostrar que se puede vivir con alegría y valorando los recursos con los que cuenta. Ojalá...