14 julio 2009

Diálogo de mimos


Por Esteban Perez

Imaginemos por un instante un "diálogo" entre dos mimos. Interesante, ¿no?. Pensemos en aquellos sujetos que maquillan sus rostros y esconden expresiones transmitiéndole una idea a otro mimo. Pues ahora se torna más difícil aún. Y sumémosle que aquél otro intenta retrucar, cuestionar o mejorar el razonamiento de su par, si es que el primer mensaje pudo ser reconocido. Por último, imaginen que al poco rato llega una docena de ellos que quieren incorporarse al... ¿debate?
Para aquellos que miran la escena desde afuera, como cualquier turista que pasea por la calle Florida, el desinterés los arrasa.
Algo similar se da en estos tiempos en la clase política argentina. Por un lado, un grupo de muchachos que piden diálogo; del otro, uno que los ningunea; más allá, el que dice ser "ninguneado"; y enfrente, gente dispuesta a hacer el intento. Ante este escenario, millones de espectadores que aguardan con ansias vaya a saber qué. Y en el medio, claro...los medios.
Ya se escuchó y leyó hasta el cansansio que el diálogo es productivo, que mejora las ideas, que perfecciona los proyectos y permite escuchar tanto a las voces que aturden como a las que apenas llegan con un eco. Y esta bueno que sea así.
Pero el problema surge cuando todos aquellos que dialogar querían, en el momento del encuentro, se ausentan o ponen reparos. Y va más allá del tema por cual se los convoca. Porque antes que nada, el diálogo es una actitud, que además de proponer, implica el acto de escuchar.
Es cierto que el Gobierno de turno ha tenido una actitud que lejos estaba del intercambio de ideas y de convocar a un diálogo serio. Pero también hay que recordar que luego de las últimas elecciones se afirmó hasta el cansancio que el oficialismo debía "escuchar el mensaje que habían arrojado las urnas".
Pasados algunos días, la Presidenta convoca a un diálogo, pero quienes aseguraban antes "llevar y servir el café" para la cita, ahora cuestionan la medida, y no porque se les haya roto la cafetera. ¿Era falsa su intención? Otros que llamaban a una amplia discusión, es cierto, respondieron a la invitación de inmediato. Su actitud fue noble y sincera.
Y los grandes medios que antes, durante y después del 28 de junio pregonaban por la necesidad del consenso en temas sociales, políticos y económicos, desconfían de la medida. Ni siquiera le dan lo que en la jerga judicial denominan "el beneficio de la duda".
El diálogo no es el acto de imponer, tampoco las "formas" del intendente de El Bolsón para resolver los problemas de su comunidad, y mucho menos la actitud del secretario de Comercio Interior. Son peores ejemplos que el de dos mimos que intentan debatir.
Pero romper con esta forma de enfrentarse ante el mundo, ante los hechos, es también un aprendizaje, que involucra a todos los sectores sociales que buscan "una sociedad mas justa". Por eso es importante aprovechar la oportunidad. El país ha perdido muchas "naranjas" por no sentarse a discutir en las últimas décadas.
Sería bueno que además de dejar de perder, se empiece por ganar algo.